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Si la pasada semana visitaba nuestra sección discográfica Arturo Tamayo, con su soberbio monográfico dedicado a la obra orquestal de Iannis Xenakis en el sello mode (299), diez días después es al discípulo más aventajado del director madrileño, el ovetense Nacho de Paz, a quien nos encontramos al frente de este fantástico compacto publicado por el sello NEOS con cuatro partituras firmadas por uno de los mejores compositores españoles y europeos de nuestro tiempo, el castellano Alberto Posadas (Valladolid, 1967). De este modo, podemos sumar en 2018 este nuevo disco a nuestra reseña del pasado mes de marzo en la que dimos cuenta del lanzamiento en naïve (V 5442) del ciclo Sombras (2010-12), partitura de Posadas que entonces conocimos por medio de una estupenda versión de la soprano Sarah Maria Sun, el clarinetista Carl Rosman y el tan posadiano Quatuor Diotima.

 

Buena parte de la densa y rugosa oscuridad de aquellas Sombras la volvemos a encontrar (y a disfrutar) en este tan recomendable disco en el que, tal y como señala en sus notas nuestro compañero José Luis Besada, la música y las artes plásticas mantienen uno más de los fecundos diálogos que han establecido desde antaño; un diálogo que en el catálogo de Alberto Posadas, además de las piezas aquí grabadas, presenta muy interesantes ejemplos como sus Cuatro escenas negras (2009), obra que -tal y como especifica Besada- por su extensión (más de 40 minutos) hubiese superado los límites temporales de este ya de por sí generoso compacto, con sus 72:14 minutos de duración (lo que lo convierte en el segundo disco más extenso del pucelano, por detrás del dedicado a Sombras).

 

La primera partitura incluida en este lanzamiento es Anamorfosis (2006), página bien conocida en disco compacto, pues había sido igualmente recogida por NEOS en su edición de las Donaueschinger Musiktage del año 2006, entonces en la versión de quienes en el festival alemán estrenaron dicha obra: el Schönberg Ensemble con Reinbert de Leeuw al frente (NEOS 10727). Según el propio Posadas, pertenece Anamorfosis (frente al otro gran grupo de sus obras, las inspiradas en su construcción por la naturaleza) a las que toman a la creación humana como modelo; fundamentalmente, la artística, la arquitectónica y la matemática, con sus lógicas internas y sus diversas estructuraciones del material en el espacio. En el caso de la partitura para ensemble que hoy nos ocupa, es la imagen anamórfica la que Posadas explora, por medio de las distintas perspectivas que hacen (o no) visible una figura (algo que el compositor refiere a experiencias ya venidas de su infancia, a raíz de la visión de un cuadro de Carlos V atribuido a Lucas Cranach el Viejo que Posadas descubrió en el museo catedralicio de Palencia). Interesado en conseguir tal efecto en su propia música, por medio de logaritmos Posadas establece relaciones en(tre) los espectros sonoros que producen tal tipo de transformaciones sonoras en función de la perspectiva, dando lugar a lo que su autor dice distorsiones de diverso tipo en paralelo, con estructuras sometidas a fuertes cambios, ya no sólo por los tejidos armónicos de sus acordes, sino por la distribución de los registros y por el comportamiento de ciertas texturas. Igualmente, alude Posadas a sistemas de análisis combinatorios para la distribución de los materiales en las diversas secciones; unos sistemas, asimismo, relacionados con los logaritmos matemáticos a la hora de establecer las proporciones que regulan la distribución de los elementos sonoros.

 

Aunque en sus propias notas para la edición de las Donaueschinger Musiktage en las que Anamorfosis fue estrenada habla Posadas de que la anamorfosis musical no produce figuras tan nítidamente identificables como las visuales, sí destaca (y más, en este nuevo registro) en todo el recorrido musical el proceso de rotunda torsión de los materiales al que asistimos, con sus poderosas transformaciones y procesos de acumulación/despojamiento de materia sonora. La transición del séptimo al octavo minuto de esta versión es un buen ejemplo de ello, con el paso de un poderosísimo pasaje saturado (que, por su ferocidad, muestra influencias de uno de los maestros de Alberto Posadas, Francisco Guerrero) a su implosión sonora en un oboe de una técnica y un refinamiento exquisitos propios de la Sequenza VII (1969) de Luciano Berio. Ahora bien, estas Anamorfosis sonoras proceden en todo momento a una proteica fertilización entre los instrumentos del ensemble; de ahí, que ese oboe ponga en movimiento a los restantes vientos, progresivamente hilvanando toda una telaraña polifónica (soberbio, cómo a ella se añade la percusión, con sus tan diferentes timbres y capas rítmicas), hasta arrastrar a todo el ensemble a otro imparable crescendo de timbres, ritmos y energías que en el paso del decimosegundo al decimotercer minuto de esta interpretación desborda todo un festín de abigarramiento, polimorfia y saturación; además de reforzando ese trabajo en oleadas tan propio de Guerrero. Los tutti, en todo caso, adquieren en Posadas mayor transparencia que en su maestro jienense, dentro de una impactante virulencia, siendo, por ello, la escritura la de un auténtico maestro para conseguir tal síntesis de saturación y nitidez. En los compases finales de Anamorfosis, vuelve a tener una presencia trascendente un piano que había puesto en marcha la partitura, procediendo a una búsqueda de la homeostasis, del equilibrio de las fuerzas cuyos episodios de expansión y contracción habíamos vivido con tal potencia a lo largo de los 20:47 minutos que había durado esta versión dirigida por Nacho de Paz (frente a los 22:24 de Reinbert de Leeuw). Alcanzado el equilibrio final, el reposo y serenidad de las fuerzas musicales, nos quedamos con la impresión de que, más allá de la técnica pictórica en la que Posadas se haya inspirado, y sean cuales fueren los logaritmos matemáticos utilizados, lo que resta es una obra musical de una pujanza impresionante, que se vive con una emoción y una fascinación continuas por la calidad de lo escuchado.

 

La segunda partitura que disfrutamos en este soberbio compacto es Tratado de lo inasible (2013), obra para clarinete (bajo y contrabajo), saxofón (barítono y, puntualmente, soprano), acordeón, violonchelo y contrabajo que, de algún modo, me recuerda por sus sonoridades a otra oscura y fascinante partitura del pucelano, Versa est in luctum (2002). A pesar de que, por sus registros, la plantilla nos remitiría a un espacio acústico grave, según Posadas «mi idea era el utilizar instrumentos que nosotros tenemos asociados a sonidos muy vigorosos para conseguir sonidos muy, muy delicados»; una idea en la que los vientos llevan a cabo un continuo proceso de filtrado espectral apoyado por un acordeón cuyo gran aporte y ventaja es, según el compositor, que es «el instrumento más electrónico de los instrumentos acústicos»; un acordeón, además, que ofrece en Tratado de lo inasible un amplísimo abanico de alturas: desde lo más grave hasta frecuencias agudísimas, para así empastar con unos vientos tratados de forma tan extrema y dibujar, también como trasfondo para las cuerdas, una suerte de paisaje transversal al quinteto. El desarrollo orgánico de estos materiales, ya sean más espectrales o más ruidistas, es el que va condicionando la estructura, lo huidizo de la misma y su motilidad implacable. La dinámica de extremos que preside la obra, el raro atractivo de unos instrumentos graves atacando (por momentos, que no siempre) sonidos tan etéreos y aflautados (en paralelo a vibraciones de una fuerza que diría telúrica), nos atrapa en todo momento con algunas de las señas de identidad por antonomasia de Alberto Posadas en su trabajo más reciente con los vientos, algunas de cuyas consecuencias conoceremos la próxima semana en Mundoclasico.com a raíz de la interpretación en Pontevedra, a cargo de Ricard Capellino, del ciclo para saxofones Veredas (2014-18). Como en buena parte del Posadas más reciente, el tratamiento de los instrumentos da lugar a una sonoridad reinventada de los mismos, lo que nos sumerge en un proceso de descubrimiento y sorpresa constantes en una partitura tan inasible como excepcional.

 

Tras la intensísima audición del Tratado de lo inasible, ‘Sfumato’, primer movimiento de las Tres pinturas imaginarias (2014) -la partitura más reciente de este compacto-, podrá parecernos hasta un bálsamo sonoro, casi un adagio tras el scherzo furibundo antes experimentado en el quinteto. Escrita para ensemble, como nos recuerda José Luis Besada, estamos ante un partitura compuesta en memoria de Armin Köhler, director de las Donaueschinger Musiktage desde 1992 hasta su fallecimiento, el 15 de noviembre de 2014. También Besada señala la particularidad de que la obra esté dividida en tres movimientos, cada uno de ellos compuestos a partir de un motivo pictórico. Frente al difuso y textural ‘Sfumato’, el segundo movimiento, ‘Variaciones perforadas sobre un tema de Mondrian’, es puro dinamismo, huida rítmica en planos, cada uno de ellos con texturas cromáticas más homogéneas y tímbricamente reconocibles que el más velado esfumado previo, si bien algunos pasajes de aire en los vientos y así como ciertos roces de arco en las cuerdas complejizan esa direccionalidad más lineal típica del pintor holandés, lanzándonos a un color rugoso, sin la límpida uniformidad de sus cuadr(ad)os más planos. El tercer movimiento, ‘Tachisme’, se despega tanto de la contención del primero como de la más fría rectitud del segundo, poniéndonos en la senda del gesto pictórico como proceso de energías, así como del informalismo, a nivel de materiales, por lo que la composición gana muchos enteros (al menos, para quien estas líneas firma). Como en Lucio Fontana, Alberto Burri, Antoni Tàpies, Jean Dubuffet, Wols y tantos otros en la órbita del tachismo, los flujos energéticos del ensemble se aceran y hacen más texturales, rugosos y no domesticados; aunque, en conjunto, estas Tres pinturas imaginarias supongan la obra menos virulenta de las cuatro aquí reunidas (especialmente, por sus dos primeros movimientos).

 

Gran acierto de Nacho de Paz y Wulf Weinmann (productor de NEOS), el cerrar el disco con una partitura tan impactante como La lumière du noir (2010), página para ensemble que nos devuelve a lo más rugoso y ruidista de Alberto Posadas, en una obra verdaderamente fascinante que uno no comprende (como con tantas otras piezas del vallisoletano) cómo hasta ahora no había sido publicada en compacto. Tal y como apunta en sus notas Besada, La lumière du noir supuso el primer encuentro entre Alberto Posadas y el Klangforum Wien, que bajo la dirección de Johannes Kalitzke estrenó la obra en el festival de Klangspuren. Como en el final de las Tres pinturas imaginarias, con el tachismo seguimos, pues La lumière du noir fue inspirada por la obra del artista francés Pierre Soulages; en concreto, por su modo de filtrar la luz que emerge del color negro, algo que Posadas pretende realizar en su partitura por medio de las transmutaciones del material musical filtrado a través de un tratamiento textural. En la síntesis de dichas texturas tienen un papel fundamental las técnicas extendidas y ruidistas; si bien en Posadas siempre aplicadas dentro de una lógica formal y musical plena, asociadas con los arquetípicos espectros sonoros del castellano, para formar una de las síntesis de lenguaje armónico y extendido más potentes de nuestro tiempo. Además, y como en Anamorfosis, vuelve a resultar imposible no pensar en Francisco Guerrero por la masividad y saturación de los materiales, por sus clímax más furibundos y sus crescendi en oleadas. De este modo, si en Soulages es evidente la impronta de expresionistas abstractos como el norteamericano Franz Kline, en Posadas se concretan influencias que proceden de Iannis Xenakis y del propio Guerrero, alquitaradas con los poderosos influjos espectrales de Tristan Murail y Gérard Grisey, así como, incluso, con cierto Lachenmann, por el asomo de sus técnicas extendidas. Con tales filiaciones genético-musicales, no podíamos esperar menos que partituras del poderío y la capacidad totalizadora de La lumière du noir (en varios de cuyos pasajes se dejan entrever, asimismo, el mejor Penderecki gráfico, o el vibrante pulso polirrítmico y el abigarramiento micropolifónico de György Ligeti), una obra que se vuelve a disolver en la aparente calidad electrónica del acordeón y en unos tratamientos extendidos de los instrumentos acústicos que, cuando aparecen de forma tan explícita como aquí lo hacen, elevan de forma muy importante la potencia y el atractivo de las partituras de Posadas.

 

A que hayamos quedado con tan buen sabor de boca tras escuchar un disco que se recomienda por sí solo, colaboran sobremanera sus intérpretes: el soberbio Klangforum Wien con Nacho de Paz al frente (binomio de ensemble y director que, desde su colaboración a raíz de este compacto, han establecido una estrecha y sólida relación que está dando soberbios frutos en sus interpretaciones en distintos escenarios de Europa: principal colaboración en cuanto a ensembles de música actual en la agenda de Nacho de Paz, junto con la que mantiene con otro gran conjunto, como lo es PHACE). Se nota de forma inconfundible, ya desde los primeros compases de Anamorfosis, la mano del director ovetense: su direccionalidad, firmeza, pulso rítmico y rotunda musicalidad, sin concesiones. Es por ello que su versión de Anamorfosis resulta mucho más sólida que la de un Schönberg Ensemble que en su registro del estreno en 2006 se mostraba más impreciso y disperso. En la lectura del Klangforum hay una contundencia poderosísima, así como una claridad impactante fruto de una ejecución técnicamente primorosa, más fiel a la partitura, con una presencia de los instrumentos graves más rugosa y textural que la ofrecida por la liviana interpretación del ensemble holandés. Los clímax adquieren un poderío mucho mayor en este nuevo registro, así como la graduación más calibrada y medida en los sucesivos crescendi y diminuendi que nos dibujan ahora unas oleadas de sonido y energías más discernibles en sus estructuras. Versión, por tanto, referencial para acercarnos a tan rotunda partitura.

 

Por lo que a las primeras grabaciones mundiales se refiere, de las Tres pinturas imaginarias disponemos en Youtube del registro del estreno a cargo del Ensemble Court-circuit bajo la dirección de Jean Deroyer, en toma parisina del 20 de junio de 2015. De nuevo, me ha gustado mucho más esta versión en estudio del Klangforum Wien y Nacho de Paz. La del Court-circuit me vuelve a parecer un tanto blanda y dispersa, mientras que la del ensemble vienés resulta de una torrencialidad arrebatadora, además de más abierta en espectro sonoro, más extrema, lo cual se agradece, con unas cuerdas que en el Klangforum dibujan con mayor precisión la inspiración pictórica de la obra, ya sea su vaporoso primer movimiento, el afilado segundo, o el textural tercero. Mientras, de Tratado de lo inasible y de La lumière du noir no dispongo de comparativas, pero lo escuchado va en la misma línea que lo ofrecido por Anamorfosis: un ensemble técnicamente espectacular y una dirección muy firme y poderosa, que en las obras más recientes enfatiza los nuevos enfoques en el tratamiento del sonido por parte de Posadas, con mayor rugosidad y una síntesis de estructuras espectrales y técnicas ruidistas de un acabado perfecto. Incluso en obras de menor orgánico, como el Tratado de lo inasible, la versión del Klangforum nos dejará de una pieza por la expansión de las resonancias graves y su color tan denso, dando la sensación de escuchar un efectivo mucho mayor. Por tanto, a nivel de interpretaciones estamos ante uno de los mejores discos en la fonografía de un compositor cuyos monográficos se caracterizan, precisamente, por lo muy cuidado a nivel interpretativo y técnico de los mismos.

 

Las grabaciones van, desde luego, en esa misma línea de excelencia, con unos registros espectaculares en nitidez y espacialización a cargo de la ORF austriaca. Por último, la edición del compacto es la habitual del sello NEOS, con una muy buena presentación, fotografías de compositor e intérpretes, las biografías de rigor, ejemplos de partituras y el ensayo que a lo largo de esta reseña hemos citado a cargo de José Luis Besada, tan buen conocedor de la obra de Alberto Posadas, como ya demostró en sus notas para los compactos del castellano en naïve y Kairos. A dichas ediciones se suma este estupendo lanzamiento de NEOS que, como se puede deducir por lo hasta aquí descrito, figura ya entre los discos más importantes de la música española del siglo XXI.

 

PACO YÁÑEZ (mundoclasico.com)

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